jueves, 4 de noviembre de 2010

La llave

Parece dolor, pero son sólo gotas de lluvia que han quedado atrapadas en las hojas de los árboles. Sólo hay que zarandearlos un poco y te empaparás de lágrimas. Y así es vivir, equivocar el parque con un cementerio por la necesidad humana de alimentar a las palomas en la orilla de un lago. El tiempo pasea por los senderos que forman nuestras arterias, buscando el corazón para hipnotizar sus latidos con entelequias disfrazadas de miedo. Todos los lunes, después del cónclave, tiran una llave al océano, recordándonos que alguna vez puede ser la de nuestra celda y que la única esperanza es rezar en voz baja. Susurrando.

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