miércoles, 5 de agosto de 2009

caricias

Viajo por páramos aterciopelados, elásticos y lampiños. Mis piernas rielan como la luna llena en el río, temerosas de cada paso, de cada tiento. Avanzo por caminos brunos hasta que tropiezo con una caja de color rojo sangre, me agacho y la abro. En su interior unos pulmones palpitan como peces fuera del agua. Me secciono el pecho y los sueldo a los bronquios. Siento como el aire entra y sale por mi traquea.
La certeza de que estás cerca me atraviesa como el viento helado. ¿Quién eres? ¿Por qué te busco?
En la lejanía vislumbro una figura humana, por fin alguien me puede dar respuestas y quizás me enseñe como llegar a ti.
Caigo de rodillas ante un perchero del que cuelga un traje de piel humana. Sin vacilar me levanto y mis músculos se cubren con el nuevo traje; fundiéndose, creando conexiones nerviosas entre las células y la epidermis. Ya no tengo frío. Ya no me siento solo.
Mis pies ya no vacilan, pisan fuerte y valientes como legiones de ejércitos. Avanzo y la tierra tiembla. He llegado al final de mi camino. Excavo con mis manos un profundo agujero, arranco piel y ligamento, sorteando los huesos no me lleva mucho tiempo encontrar el corazón que late bajo mis pies. Arranco un trozo y me lo trago sin masticar. Baja por mi boca buscando su sitio. Y llega. Y la sangre fluye por mis venas y arterias. Y a cada latido soy más grande. Más grande. Más. Y en unos instantes soy tan grande como el desierto aterciopelado que es tu cuerpo, mi niña.

sábado, 1 de agosto de 2009

zapatos nuevos

Amigo, la primera ley universal dice que si te bebes una botella de bourbon, una de cada diez vomitarás las entrañas. No pasa nada, a todos nos ha pasado alguna vez. Pero amigo, lo que no puedes olvidar nunca, nunca más en tu puta vida, es que si vomitas y me vuelves a manchar los zapatos nuevos, te arranco la cabeza.